Hace algunos años, cuando estaba empezaba a tomar seriamente mi trabajo con las plantas como un camino de vida, gran parte de mi energía estaba dirigido a comprender las plantas de poder y el chamanismo que se desarrollaba en torno a ellas. Me resultaba fascinante el hecho de que en diferentes tradiciones se hablara sobre la capacidad que tenían los chamanes de “hablar” con las plantas, de aprender directamente de ellas y crear relaciones de profunda intimidad.
Yo quería poder hablar con las plantas y poder tener estos encuentros maravillosos, así que me dediqué a leer e investigar sobre el tema, ya que esta era mi mejor aproximación al tema, dado que en esa época no conocía a nadie que declarara abiertamente su capacidad de comunicar con el mundo vegetal. A cierto punto me topé con un libro llamado Plant Spirit Shamanis, un libro que relataba la experiencia de sus dos autores en torno a su formación chamanica en la amazonia peruana bajo la guía de varios curanderos. En este libro se describía un simple ejercicio de meditación para conectar con el espíritu de las plantas y recibir información directamente de ellas. Intrigado por el texto, me senté a poner en practica dicho ejercicio. El resultado fue algo desconcertante, no porque no funcionara, sino porque fue mucho más efectivo de lo que esperaba. La planta con la que deseaba conectar era el romero, así que seguí los simples pasos que describía el libro y dentro de poco tiempo comencé a sentir distintas sensaciones en distintas partes del cuerpo; calor en la piel, un flujo de energía a la cabeza, un cierto hormigueo en el cerebro, energía en el estómago. No sabía exactamente que esperar, así que me abrí a la experiencia como venía, algunas palabras llegaron a mi mente: sangre, flujo, calor, todas estas relacionadas de alguna manera a lo que estaba sintiendo. Después de algunos minutos de este ejercicio, apunte mis percepciones y sacando un libro de herbolaria, me puse a buscar la monografía sobre el romero y sus usos medicinales, una planta de la cual sabía casi nada en ese momento. Mi sorpresa fue encontrar que había una clara correlación entre mi sentir y las propiedades descritas en el libro. Efectivamente el romero tenía in efecto sobre el sistema cardiovascular, fomentando el flujo de sangre al cerebro, ademas de ser digestivo y tener la capacidad de fomentar el flujo de sangre y calor, a las zonas del cuerpo sobre las que se aplicaba.
Después de 4 años de estar enseñando sobre contacto profundo con plantas medicinales y guiar a mis estudiantes a través de meditaciones similares a la que leí en este libro, me he dado cuenta de que hay un campo de información sutil al que todos somos sensibles. La capacidad de percibir la comunicación constante del mundo natural, no es un don exclusivo de místicos y chamanes, es una capacidad de percepción innata de los seres humanos. Todos los niños nacen con la capacidad de hablar con las plantas, las rocas y los animales, pero con el tiempo y con una sociedad que enfatiza lo patológico de la comunicación con cualquier ser que no sea humano, vamos callando esas voces y cerrando nuestra percepción a un mundo que nos habla constantemente.
Recuperar nuestra capacidad de abrirnos a “escuchar” al mundo natural y aprender directamente de la fuente del conocimiento es fundamental para recuperar el equilibrio, no solo interno, sino de nuestro colectivo humano. En la voz de la naturaleza se esconde la sabiduría del equilibrio, la memoria de nuestro lugar en este mundo.
A lo largo de la historia de la humanidad, hemos acumulado una gran sabiduría sobre el uso de las plantas, la manera de usarlas y sus efectos sobre todos los aspectos del ser humano. Estudiar este conocimiento nos permite enriquecer nuestro entendimiento del uso de las plantas y desarrollar nuestras capacidades de mantenernos en balance y ayudar a otros a hacer lo mismo. Sin embargo, el conocimiento del mundo de las plantas no es estático, se podría decir que es un ente casi vivo, que crece, cambia y responde a su entorno. Como tal, no importa cuántos libros leamos o bajo cuántos maestros aprendamos, hay partes de este conocimiento solo en la experiencia y en el espacio que se crea entre la planta y la persona.
Cuando creamos una conexión profunda con una planta, cuando nos damos el tiempo de sentarnos con ella, de ver sus ciclos, de sentirla en el cuerpo, de tomarla e invitarla dentro de nuestros corazón, se despliegan aspectos de este ser que son solo para nosotros, secretos que ninguna persona ha visto antes ni verá nuevamente. De la misma manera en que la relación que se forma entre tú y un ser querido, es única, irrepetible y diversa a la que puedan tener con cualquier otra persona, la relación y el espacio que se crea entre una planta y tu, tiene esa mismo aspecto único.
Desarrollar esta capacidad de comunicar nos permite descubrir cuales son los secretos que cada planta con la que tenemos relación guarda para nosotros, tesoros de sabiduría sobre la naturaleza de la planta, su medicina, su forma de usarla, su viaje espiritual. Las historias de las plantas son puertas a un mundo más allá de la mente humana.
Ejercicio de conexión con las plantas
Me gustaría compartir una versión escrita de la meditación que comparto en mis cursos para ayudar a mis estudiantes a establecer este contacto. Si te interesa comenzar a desarrollar esta capacidad de comunicación con el mundo natural, este podría ser un punto de partida. Puedes hacer este ejercicio en tu casa, con alguna de las plantas que tengas cerca, en el bosque o en algún otro lugar donde sientas que puedes pasar un tiempo sin que se te moleste.
Antes de comenzar me gustaría mencionar que, dentro de la forma en que mis maestros me han enseñado a conectar con las plantas, el corazón es el centro principal de percepción a travez del cual recibimos información del mundo natural. Este es un tema que merece su propio artículo, pero por ahora solo mencionaremos que el corazón es capaz de percibir nuestro entorno y de “tocar” el mundo de manera no física. Cuando entramos a un lugar o conocemos a una persona, recibimos una impresión o corazonada, sobre la naturaleza de ese lugar o persona. Todos hemos tenido la experiencia de entrar a un sitio e inmediatamente sentir que no era un lugar agradable o conocer a alguien y saber que podríamos establecer una buena amistad con esa persona. Este es el campo del corazón en acción, recibiendo información sutil del entorno y convirtiéndola en información consiente de la misma manera en que lo hacen la vista o el oido. Así como la vista o el oido se pueden refinar para crear una percepción mas refinadas, como en el caso de un pintor o un músico, el sentido del corazón también se puede entrenar, creando una “biblioteca” de sensaciones/sentimientos que se convierten en un modo mas de navegar el mundo, así como lo hacemos con nuestra percepción de formas, colores, sonidos y otros elementos que percibimos con nuestros sentidos.
También hay que mencionar que, al menos en esta forma de conectar con el mundo vegetal, se requiere de conectar con nuestra capacidad de sentir. Esto significa abrirnos a sentir lo que hay afuera, pero también lo que hay adentro. Al abrirnos a sentir a otro ser, nos abrimos al mismo tiempo a sentirnos a nosotros mismos, a conectar con nuestra felicidad, lo que nos hace vibrar, pero también con nuestro dolor y nuestras partes heridas. Esto no lo digo como una advertencia de precaución, lo digo mas como una invitación a recibir estas emociones y estar dispuestos a abrazarlas, pues es de esta manera que podemos llegar a un espacio profundo de sanación de nuestro propio dolor.